Sorprendentemente, la hoja de ruta de Washington tiene puntos en común con el plan respaldado por la ONU, pero las diferencias podrían hacerlos inviables
EEUU apoya un plan para que Tony Blair lidere un “gobierno de transición” en Gaza
“Es mejor la verdad que las ilusiones”, advirtió este jueves el primer ministro polaco Donald Tusk, dudando sobre los motivos que llevaron a Donald Trump a sostener que Ucrania podía recuperar todo el territorio perdido. Lo mismo podría decirse del nuevo enfoque sobre Palestina del presidente estadounidense en un momento en el que la solución de dos Estados vuelve a emerger de los escombros de Gaza.
Steve Witkoff, enviado de EEUU para Medio Oriente, dice que el plan de 21 puntos para Palestina diseñado por la Casa Blanca cuenta con el apoyo generalizado de los líderes regionales. El presidente francés, Emmanuel Macron, sostiene que el programa de la Casa Blanca es compatible con el plan para Palestina propuesto en la declaración de Nueva York y respaldado la semana pasada por la Asamblea General de la ONU.
Pero, ¿cómo es posible que exista esta confluencia entre los dos planes, uno respaldado por parte de EEUU; y el otro, por la ONU? ¿Estamos ante otro de los espejismos de Trump?
La interpretación optimista es que el yerno de Trump, Jared Kushner, y el ex primer ministro de Reino Unido, Tony Blair, han podido, al fin, materializar su influencia en la Casa Blanca, introduciendo una nueva forma de ver el conflicto para el día después del fin de la guerra en Gaza. Según esta interpretación, el propio Blair dirigiría un organismo llamado ‘Autoridad Internacional de Transición de Gaza’ durante un período que podría extenderse hasta cinco años, recibiendo un mandato de la ONU para convertirse en la “autoridad política y jurídica suprema” de Gaza.
Dejando a un lado las posibles consideraciones sobre el papel de Blair, los planes respaldados por Trump y por la ONU tienen similitudes que podrían hacer posible el acercamiento entre los dos. Por ejemplo, ninguno de los planes prevé el desplazamiento masivo de palestinos de Gaza. La ‘Riviera Trump’, otra forma de llamar a un sistema de expulsiones voluntarias y también forzadas, no cuenta con el apoyo de Blair y es claramente rechazado por Egipto y Jordania.
Ninguno de los dos planes contempla que Hamás tenga un papel en el futuro gobierno de Palestina. Los dos insisten en desarmar a Hamás, pero no en prohibirlo como organización. Hace mucho tiempo que la Autoridad Palestina (rival no islamista de Hamás con sede en Ramala) sostiene que Hamás y otras facciones armadas deben entregar las armas. “No queremos un Estado armado”, dijo el jueves Mahmud Abás, presidente de la Autoridad Palestina, ante la Asamblea General de la ONU.
¿Fin de la anexión de Cisjordania?
También es cierto que ambos planes dan por sentado que se terminarán las anexiones israelíes en Cisjordania. Según Macron, Trump también aceptó esa condición durante su reunión con los líderes árabes el pasado martes. Mucho depende de cómo se defina el concepto de ‘anexión’. Descartarla por completo en Cisjordania es un golpe político para el movimiento de los colonos israelíes, y es lo que exige Emiratos Árabes Unidos. Si Trump quiere el apoyo y la inversión de las naciones árabes, no va a tener más remedio que insistir con ello.
Gideon Sa'ar, ministro de Asuntos Exteriores de Israel, dijo que en el debate no se ha incluido el tema de la anexión de territorios palestinos. “Lo que se puede debatir, pero todavía no ha sido decidido, es la aplicación de las leyes israelíes a las comunidades israelíes ubicadas allí, que no están bajo el Gobierno de la Autoridad Palestina”, dijo. Unas declaraciones que parecen preparar un escenario en el que Israel toma el control de la zona conocida como Área C. Si Trump descarta esa posibilidad, como esperan Macron y Blair, Benjamin Netanyahu tendrá que aceptarlo.
Las diferencias, de la AP a la UNRWA
Pero una vez zanjado eso, empiezan a surgir las diferencias entre los dos planes. La declaración de Nueva York, forjada tras meses de diplomacia francesa, propone una administración tecnocrática durante un solo año para la primera fase de transición. Después de ese período pone a la Autoridad Palestina en el centro de un nuevo gobierno unificado que abarca Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este.
Pero si Washington ha prohibido hasta que Abbas viaje a Nueva York, ¿cómo podrá aceptar que la Autoridad Palestina se encargue de un nuevo Estado palestino unificado?
La respuesta está en los muchos requisitos que dentro del plan de Trump tendría que cumplir la Autoridad Palestina antes de hacerse con el control. Según un diplomático, la propuesta da muchas opciones a Israel para que use su poder de veto y frene la transición hacia un autogobierno palestino. Una versión del plan de Trump/Blair que la Autoridad Palestina propone que la administración de Gaza y la de Cisjordania se mantengan separadas, algo a lo que la AP se opone.
La declaración de Nueva York otorga un papel central en la reconstrucción a la UNRWA, como se llama la agencia de ayuda humanitaria de la ONU para los refugiados palestinos, pero tanto Estados Unidos como Israel han dedicado todos sus empeños a destruir la organización argumentando, sin fundamento, que es un frente terrorista.
Se ha considerado la posibilidad de que la Autoridad Palestina asuma el papel de la UNRWA, y de que no se insista tanto en el derecho de los palestinos a retornar. Pero Israel lleva desde octubre de 2023 sometiendo a la Autoridad Palestina a una presión financiera con la retención de ingresos fiscales que le corresponden. ¿Cómo podría Trump respaldar a una organización a la que Israel está tratando de llevar a la quiebra?
El primer ministro israelí no ha presentado ningún plan para el día después de la guerra en Gaza
La respuesta está en una Autoridad Palestina reformada, una frase que lleva más de 20 años escuchándose en los pasillos diplomáticos, pero que no se ha logrado nunca. Los pilares fundamentales del programa de reformas son bien conocidos: elecciones a un nuevo presidente y a un nuevo parlamento, y el compromiso de todos los candidatos a aceptar la carta de la Organización para la Liberación de Palestina, incluido el derecho de Israel a existir, lo que supone excluir a los que apoyan a Hamás.
Otros elementos constitutivos de ese programa son terminar con los pagos a presos políticos y cambiar el plan de estudios escolar. Grandes exigencias, todas ellas, para una organización que no celebra elecciones parlamentarias desde 2006.
Abbas ya encuentra oposición a su plan de celebrar, por primera vez desde 1964 elecciones al Consejo Nacional, el órgano que supervisa la Organización por la Liberación de Palestina (OLP). Sus críticos sostienen que está excluyendo a personas que en los últimos dos años han liderado la resistencia contra Israel. Es el preludio de una polémica que afectará durante muchos meses a la política palestina.
La realidad es que nadie puede predecir qué tipo de liderazgo político palestino podría surgir de los escombros en Gaza y de los campos de refugiados quemados de Cisjordania. Trump prefiere un organismo tecnocrático de transición que haga consultas a la Autoridad Palestina.
Fuerza de estabilización
La última pieza del rompecabezas es una fuerza internacional de estabilización, algo previsto tanto en el plan de Trump como en el de la ONU. En un principio, esos soldados estarían estacionados en la frontera entre Israel y Egipto, y entrarían en la Franja coordinándose con la parte israelí y la estadounidense. Eso implica una retirada gradual de las fuerzas israelíes en Gaza y el desarme de Hamás.
Los oficiales de las fuerzas de seguridad palestinas rendirían cuentas directamente a la Autoridad Palestina y su adiestramiento correría a cargo, inicialmente, de Egipto, Jordania y varios países islámicos.
Netanyahu lleva mucho tiempo insistiendo en que no habrá un Estado palestino, y algunos aspectos del plan de Blair no incorporan las características de un autogobierno. Pero el primer ministro israelí no ha presentado ningún plan para el día después de la guerra en Gaza. Se está acercando rápidamente el momento en que se vea obligado a decir lo que está dispuesto a aceptar.