El 9 de septiembre, unos desconocidos depositaron nueve cabezas de cerdo frente a otras tantas mezquitas de París y su región, en lo que inicialmente se interpretó como un ataque islamófobo en un momento de creciente tensión social e intercomunitaria en Francia. La acción, difundida por los autores a través de las redes sociales –como era su fin–, causó consternación general y a la izquierda radical le faltó tiempo para acusar a la extrema derecha. Pero no era tal.

A la policía no le costó mucho seguir la pista de los provocadores, unos aficionados –muy probablemente reclutados por cuatro cuartos– que habían viajado a Francia con un coche de matrícula serbia. Veinte días después, la policía serbia detuvo a 11 personas de esta nacionalidad en Belgrado y otras poblaciones, acusadas de lleva

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