Hace alrededor de un año que las campanas de la Iglesia de San Román de Matute no marcan la hora por la noche. Una vecina se quejó en el Ayuntamiento en 2022, acudió al Defensor del Pueblo y puso una denuncia ante la Justicia, que le dio la razón y obligó a parar el repiqueteo. El Ayuntamiento de Matute recurrió ese primer fallo, pero el Tribunal Superior de Justicia de La Rioja volvió a darle la razón a la mujer, añadiendo una indemnización de 3.000 euros por daños morales, lo que el alcalde de Matute, Jacinto Clemente, considera “una exageración”.

Clemente defiende que este toque de campanas es “identidad y patrimonio cultural del pueblo de toda la vida”. Además, valora que “no es suficiente” el ruido que hace como para producir el “estrés acústico” que recoge la última sentencia, emitida hace un mes y en la que, a diferencia de la primera obliga al pago de las costas y la indemnización justificando que “se han vulnerado sus derechos fundamentales”, en concreto el derecho al descanso, y que “constituye un perjuicio moral que ha de indemnizarse”. 3.000 euros de indemnización que, según alerta el alcalde, “supone un roto para la administración de pueblo pequeño” y podría provocar que algunas actuaciones no puedan realizarse

El resto de vecinos de este pequeño pueblo enclavado en la sierra, en la zona del Alto Najerilla, en el que hay unos 100 habitantes censados, pero en el que vivirán unas 50 personas durante el invierno, defienden de igual manera que las campanas son “signo de identidad de su pueblo”. De forma generalizada, reclaman que las campanas vuelvan a marcar las horas y las medias, que ahora permanecen silenciadas por orden de la justicia entre las 22.00 y las 8.00 horas. “El pueblo está indignado, ya ha hablado y ha expresado el disgusto que tiene”.

Por ello, esta batalla judicial que inició la vecina afectada en 2022 va a continuar y el alcalde ya ha anunciado que presentará un recurso de casación. “Es lo único que nos queda”, dice Jacinto Clemente justificando además que así se lo piden los vecinos y vecinas, que también han iniciado una recogida de firmas para recuperar los toques de campana para marcar las horas.

La indignación se mezcla con la extrañeza de la queja, puesto que la mujer afectada lleva viviendo en la localidad unos 30 años. “Después de 30 años nos damos cuenta de que suenan las campanas”, dice el alcalde con ironía, que remarca que a 350 metros -la distancia a la que se ha establecido que se encuentra el domicilio de la mujer afectada- “la campanada de la media hora, por ejemplo, es inapreciable”. “Hay vecinas que viven justo debajo y en frente de la iglesia y están diciendo públicamente que quieren que vuelvan a sonar las campanas”, subraya.

Así mismo, Jacinto Clemente defiende con contundencia que “cuando uno va a un pueblo tiene que adaptarse a la vida del pueblo, no acabar las costumbres y con todo”. “Se están normalizando quitar las costumbres a los pueblos, ahora molesta todo, y los pueblos están cambiando, sí, pero al final se van a quedar vacíos”, advierte. Esa es la sensación que le deja a este alcalde la última sentencia. “Si puede más la opinión de una persona que la de cien vecinos, vamos mal. Al final, se quedará esa persona y los demás nos tendremos que ir”.