La derecha no sabe comunicar, y además es torpe, holgazana y acomplejada. Le gusta que la izquierda le someta una y otra vez en la narrativa política, donde acaba aceptando patrones inaceptables, que no dejan de ser mentiras manifiestas, convertida en verdades cuando la población lobotomizada se activa y la neutral asiente. Llevan así, izquierdas y derechas, desde que Gramsci fijó los objetivos de contaminación ideológica y hasta hoy no se ha sabido articular una alternativa que frene el predominio cultural, mediático y mental de la que ha sido y es la mayor farsa de la humanidad con la mejor propaganda de la historia: el socialismo.

Con la gestión de la DANA asistimos al penúltimo ejemplo de dimisión en la batalla comunicativa. Han dejado en el PP que pase el tiempo y que la izquierda se recomponga en su modus operandi habitual: el agit-prop que resume sus principios y explica sus mayorías. Una vez no dejó su cargo el que aún hoy sigue presidiendo la Generalidad valenciana, la maquinaria debió centrarse en la ayuda que Sánchez y Teresa Ribera, junto a su soldadesca en Valencia, negaron a las víctimas antes de convertirse en tales. Murió gente por culpa de las políticas ecologetas y suicidas del socialismo que gobierna, que facilitaron escenarios de inutilidad y negligencia como los vividos hace un año.

Que el funcionamiento de los mecanismos contra las catástrofes dependa de que un señor esté operativo y presente dice mucho de hasta qué punto se ha degradado lo público por parte de quienes deberían evitar que, sucesos como el relatado, se produzcan. Pagamos más impuestos que nunca por unos servicios que no existen, mientras hacemos ricos a quienes están al mando y se desentienden de sus responsabilidades. Y ahí, la izquierda, reparte culpas y juicios, pero nunca dimisiones, como siempre. Y la derecha, agacha la cabeza y enseña la nuca, como siempre también.

La realidad es que el Estado lleva años huido en su obligación de acometer obra pública en toda la nación, pero si nos centramos en las barranqueras de la zona afectada en Valencia, el Gobierno del PSOE, Sánchez y toda su purria vividora, no ha invertido ni ejecutado un sólo euro en infraestructuras desde que asaltaron el poder con la misma excusa de censura que hoy les debería desalojar de la poltrona. ¿Escuchan a la oposición hablar de esto cada segundo y en cada televisión o emisora de radio?

En un tablero de simulación social, la izquierda siempre gana. Por eso es preciso articular una realidad aún más poderosa que equilibre su engrasada maquinaria de fango, odio y victimización. La derecha política debería recordarle a la opinión pública que en el municipio albaceteño de Letur fallecieron siete personas y nadie del gobierno socialista de Page activó alarma alguna. Y situar ahí el foco del discurso, liderando manifestaciones y peticiones de dimisión contra Page y el PSOE. En vez de situar ahí el motor de la indignación contra la desidia del Gobierno nacional, que niega la ayuda y envilece el delito, aceptan debatir sobre una dimisión en diferido que, de alargarse en el tiempo, y en el debate público, acabará por engrandecer a los culpables de la tragedia: el galgo de Paiporta y su incompetente comisaria, que huyó a Europa para que nadie se fijara en ella.

Queda poco tiempo para que el cronómetro electoral active la cuenta atrás que determinará un futuro de autocracia o de libertades, de guerra civil, deseada por la izquierda, o de recuperación del Estado de derecho, libertad y orden, alternativa que exigimos a quienes, a la derecha del PSOE, se presentan. Porque la España decente ya no se conforma con un cambio cosmético en el poder. No quiere un maquillaje nuevo, sino una cara limpia. Y aquí, el PP sólo ha marcado diferencias con el PSOE en temas migratorios y algo de dureza retórica contras los asaltos a instituciones públicas protagonizados por el sanchismo totalitario y militante; véase la Fiscalía General del Estado, RTVE, CIS, Indra o el Tribunal Constitucional. Pero nada más. Se le permite a la izquierda que no gobierna ni gestiona, -porque sólo despilfarra lo que roba- reescribir la historia al más puro estilo Goebbels. En ese escenario inclinado, la verdad no importa, sino aplicar la propaganda debida para que la gente crea lo que no sucedió. Así, suelen ejecutar dos de los principios más conocidos de los nazis y más usados por el sanchismo cuando está en apuros: el de orquestación y el de transposición.

Según el principio de orquestación, la propaganda se limita a un número pequeño de ideas , que deben repetirse sin cesar, comunicadas desde diferentes ámbitos y perspectivas, pero siempre rodeando el mismo concepto, esto es, repetir la misma mentira todas las veces que sean necesarias, hasta que parte de la población compre la mercancía como verdad. Pasó con la mentira del genocidio sobre Gaza, lo de los cien años de honradez del PSOE o ese mantra cómico que dice que la izquierda no puede robar porque peace and love . Por su parte, el principio de la transposición consiste en acusar al otro de los mismos errores y defectos propios, atacando sobre el ataque, provocando así la necesidad de justificación o defensa en el adversario. Aquí, la invención es el método más conocido y usado por la izquierda. Por ejemplo, el Gobierno del PSOE en Moncloa negó la ayuda a las víctimas , impidió la limpieza de los cauces, ordenó abrir las compuertas y no aparecieron por los municipios afectados. ¿Qué hacen ahora? Inundar redes y televisiones de imágenes como si estuvieran trabajando sobre el terreno, cuando siguen sin ayudar a quienes lo perdieron todo.

Mas volverán a conseguir intoxicar la verdad de relato , y el relato de falsedades, y sólo porque a un lado de la derecha se le ha metido en la cabeza que el arte de gobernar exige huir de los problemas, sonreír a las adversidades, y tender la mano a la desidia . En la semana donde Sánchez comparece ante esa España que ve a un presidente de Gobierno manchado de corrupción y delitos, el autócrata y su Goebbels particular se abren TikTok, hablan de libros y articulan su propaganda norcoreana, sacando de nuevo a Franco y ensalzando al criminal Largo Caballero. Mientras, hay una derecha que dedica sus días a atacar a la otra , y la que se presenta como alternancia, se emborracha de amor propio en el Arahy para que en la Ser  y en El País no les llamen ultraderecha.