En la política valenciana, donde el poder se conquista tanto en los despachos en penumbra como en la luz impiadosa del hemiciclo, Juanfran Pérez Llorca (Finestrat, 1976) ha ascendido sin ruido pero sin pausa, ejerciendo la virtud más útil —y a menudo más escasa— en el oficio político: la del hombre que nunca estorba, pero siempre está ahí. Alcalde de un municipio de apenas 9.000 habitantes, valencianohablante natural, gestor local de fuerte pegada electoral y figura de apariencia discreta, es el hombre que el PP ha elegido para sustituir al president interino de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, el hombre al que Pérez Llorca ha seguido, sostenido y protegido con una fidelidad de escudero medieval.

Porque hay que subrayarlo: Pérez Llorca es, ante todo, una figura política de Mazón.

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