La contaminación de las aguas con restos de antibióticos es un motivo de preocupación en el ámbito de la salud humana y medioambiental. Josep Mas-Pla.

No se trata de una alarma nueva, sino de una evidencia científica cada vez más consolidada. Hace años que se detecta su huella, pero lo que preocupa actualmente es la magnitud de la presencia de antibióticos en las aguas subterráneas.

Las aguas subterráneas son un recurso esencial y constituyen la principal fuente de abastecimiento urbano y agrícola. Las necesitamos para mantener caudales ecológicos y garantizar la continuidad de los cursos fluviales. Además, actúan como reservorio estratégico frente a sequías y presiones climáticas crecientes.

Si a este rol central le sumamos la presencia de residuos de antibióticos, el escenario se complica. La preocupación frente a estos compuestos es doble: por un lado, el riesgo potencial derivado de la ingesta de agua, y por otro, el hecho de que permanecen en el medio ambiente, donde pueden generar impactos sobre los organismos y ecosistemas.

Consecuencias en el medio natural

Los antibióticos, medicamentos fundamentales en el tratamiento de infecciones bacterianas, se engloban dentro del grupo de contaminantes emergentes, que incluye fármacos de uso humano y veterinario, productos de cuidado personal, pesticidas y aditivos industriales.

En el caso de los antibióticos, el riesgo se multiplica: no solo pueden generar efectos adversos en el medio ambiente en determinadas condiciones, sino que contribuyen a la diseminación de resistencias antimicrobianas, consideradas como una de las mayores amenazas para la salud global, según la OMS. Incluso en bajas concentraciones ejercen presión selectiva sobre las bacterias, con lo que favorecen la persistencia de cepas resistentes.

¿De dónde provienen?

Numerosos estudios confirman la presencia de antibióticos en aguas subterráneas de diferentes procedencias y profundidades. Se han identificado diferentes grupos, como las sulfamidas, fluoroquinolonas, macrólidos y tetraciclinas, entre otros. La lista no es definitiva, ya que la detección depende de las fuentes de contaminación, del grado de degradación de los compuestos y de las técnicas analíticas empleadas.

Las principales fuentes de entrada al medio son las aguas residuales urbanas, incluso tras su depuración, que aportan la carga consumida por la ciudadanía y la aplicación de purines como fertilizantes en la agricultura, donde se concentran los antibióticos de uso veterinario administrados al ganado.

La entrada al subsuelo depende de la interacción entre ríos y acuíferos, de la distribución de fertilización según cultivos y de las características hidrogeológicas de cada sistema. Sus concentraciones, además, fluctúan en el tiempo en función de la estacionalidad, las lluvias, la presión agrícola o la intensidad del consumo humano y veterinario.

El transporte subterráneo de antibióticos añade más incertidumbre, dado que es de tipo reactivo; es decir, los compuestos interactúan con el medio, se adsorben en el substrato poroso que forma el acuífero, se degradan por procesos químicos o microbiológicos y generan metabolitos intermedios que pueden ser aún más tóxicos.

Esta dinámica hace que cada contaminante y cada acuífero interaccionen de forma distinta, lo que complica cualquier predicción sobre su presencia.

Un mosaico de posibilidades

Mientras tanto, la legislación avanza lentamente. La Unión Europea ha incorporado algunos antibióticos en listas de vigilancia que fomentan la monitorización de determinados contaminantes emergentes en el medio hídrico.

Sin embargo, estas iniciativas se enfocan únicamente en aguas superficiales. Además, todavía no existe un marco normativo sólido que establezca límites claros y protocolos sistemáticos tanto para aguas superficiales como para las subterráneas.

Esta ausencia dificulta comparar resultados entre estudios y adoptar medidas correctoras. De ahí la necesidad de investigaciones de campo a escala regional, que describan la migración de contaminantes en condiciones reales, evalúen procesos de transporte y distribución temporal y permitan medir su impacto real.

A la falta de conocimiento del problema, se añade la complejidad en su gestión. En el caso del consumo humano, las primeras evidencias demuestran que cada pozo presenta características particulares. La idiosincrasia hidrogeológica de cada captación determina su vulnerabilidad: la distancia a fuentes de contaminación, la geología del entorno y el régimen de explotación hacen que en un mismo acuífero las concentraciones de antibióticos varíen entre pozos.

No basta con criterios generales: se necesitan controles específicos, sobre todo, en captaciones de abastecimiento. La preocupación no debe limitarse al agua de consumo, aunque sea la prioridad, sino extenderse también al medio natural, donde los antibióticos alteran comunidades microbianas y organismos esenciales para el equilibrio ecológico.

Necesitamos seguimiento urgente

Los expertos coinciden en que la gestión pasa por reforzar la monitorización, aunque no existan regulaciones explícitas para todos los compuestos. Un modelo razonable consistiría en establecer un sistema mixto: por un lado, un screening general anual que permita detectar una amplia gama de compuestos emergentes; por otro, campañas específicas más frecuentes, cada cuatro meses, centradas en los antibióticos más habituales, o por criterios de toxicidad, y destinadas a monitorizar el medio hidrogeológico per se.

Este enfoque reconoce que no siempre se detectan los mismos compuestos y que los patrones de presencia cambian según el año, el territorio o la presión de uso. Así se ha observado en campañas de muestreo continuado en acuíferos del Baix Fluvià, Baix Ter y Onyar, en Cataluña, entre otros.

La gestión de los contaminantes emergentes en aguas subterráneas, ilustrada aquí con el caso de los antibióticos, se perfila como un reto obligado para el próximo sexenio de aplicación de la Directiva Marco del Agua.

Garantizar agua segura para la población y proteger la integridad de los ecosistemas subterráneos es esencial para frenar la expansión de resistencias que comprometen la eficacia futura de estos fármacos.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Este articula se enmarca en el proyecto de investigación EC-FATE financiado per Programa estatal de I+D+I Proyectos de Generación de Conocimiento 2022, PID2022-139911OB-C42.

Meritxell Gros Calvo y Nonito Ros Berja no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.