Donald Trump se vendió como el titán del comercio global, el negociador implacable que pondría a «América primero» contra viento y marea, tras lanzar cruzada arancelaria —con impuestos que alcanzaron el 145% sobre productos importados. Lo que nadie le dijo —o lo que se negó a aceptar— es que en una guerra comercial, las balas siempre rebotan.

Por Alexandr Mondragón

El viernes 14 de noviembre, tras meses de retórica triunfalista y autoelogios desmedidos, Trump tuvo que tragarse sus promesas falaces. Desde el Air Force One, camino a Florida, anunció que eliminaría los aranceles sobre la carne de res, café, frutas tropicales y una larga lista de alimentos básicos. La razón: los votantes están furiosos porque sus bolsillos ya no dan para más.

Como una píldora amarga

«Acabamos de dar marcha

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