En el atolondramiento de la faena que sobrepasa a los periodistas vocacionales, en ocasiones no somos capaces de detenernos un minuto y pensar, buscar alternativas o esa senda de la perspicacia hoy tan cegada para muchos ciudadanos por la riada incontrolable de las redes sociales . Esta semana, en una comida con mi amigo Luis, me sugería que es manifiestamente imposible que los periodistas a favor de obra que declararon en el Supremo estuvieran diciendo la verdad so pretexto del secreto profesional y el derecho a la confidencialidad de las fuentes. Y, como Pablo de Tarso al caer del caballo o Arquímedes con su descubrimiento, me dije: ¡Eureka!

Insisto en que el trabajo nos conduce por ritmos que sólo permiten la concentración en el cauce en el que nos movemos, sin atisbar, cuales

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