Por Eladio Solarte Pardo
Seguimos presenciando con verdadero estupor y con los brazos cruzados la pérdida de vidas humanas en las calles de Popayán, acontecimientos estos que se repiten con inusitada frecuencia, por lo cual ya nos hemos acostumbrado a su ocurrencia. Es una historia que a cada rato se repite, ya forma parte del cruel paisaje de indiferencia con que se miran muchos aspectos lugareños.
Resulta, pues, lamentable y vergonzoso el grado superlativo de indolencia, de tibieza ciudadana y, con mayores veras, de las autoridades encargadas de regular, de optimizar el tránsito en provecho de ese actor indefenso que se llama peatón.
Pero, ¿qué otra cosa puede esperarse si quienes llegan a tales cargos son simples cuotas políticas del cacique de turno, sin mayor estructuración técnica