La Habana . - En el verano de 1994, el abogado disidente Jorge Bacallao, fallecido en 2001, quien residía en el piso superior de un caserón con puntal alto en la barriada habanera de La Víbora, además de conversar de política y prestarnos libros a un grupo de jóvenes con inquietudes intelectuales, nos mantenía actualizados del trabajo de la ilegal oposición a la dictadura de Fidel Castro.
Bacallao, un tipo brillante, fue un mánager político para muchos de mi generación. Cuando lo conocí ya había leído Archipiélago Gulag, de Aleksandr Solzhenitsyn, La Gran Estafa, de Eudocio Ravines y un par de libros de Carlos Alberto Montaner. Siempre insistía en la fuerza de lo pequeño. Aprender de la resistencia pacífica en los antiguos países comunistas de Europa del Este. No vaticinaba una fecha par