Escribe: Eduardo González Viaña
-¡Oh, vientos!, ¡oh, ríos!, ¡oh, montañas!, sean propicios con el inca que se ha perdido en el camino y no sabe cómo encontrar la vía de retorno.
El sumo sacerdote calló un instante y continuó:
-Enséñenle, les ruego, el sendero del Cusco.
Al decir esas palabras, el sumo sacerdote cerró los ojos y esperó la respuesta, pero no fue la que imaginaba.
-No, no, no. No, Walter, así no. Tú no eres un sacerdote, un personaje serio. Tú eres un chamán, un brujo, un hechicero, por eso tu actuación tiene que ser farsesca.
Era 1952 en Piura y los alumnos del colegio San Miguel estaban ensayando la próxima puesta en escena de “La huida del inca” que había escrito un estudiante de dieciséis años llamado Mario Vargas Llosa.
Mario era no solamente el autor, sino tambi