Era el momento esperado, la imagen del morbo alimentado a golpe de titular periodístico y al cruce de declaraciones. El director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, se veía las caras con el de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, al que definió como «catedrático de Derecho Administrativo al mando de un despacho para hacer negocios para empresas multimillonarias» apenas cinco días antes del arranque de Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) en Arequipa, que ambas instituciones organizan. Ante aquellas declaraciones, el pleno de la RAE contestó con un comunicado unánime de rechazo y, finalmente, el día de verse las caras había llegado: era el momento de ver a los representantes de las dos instituciones españolas que promueven la lengua, ya abiertame

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