El anuncio del gobierno de Estados Unidos ofreciendo una recompensa de 50 millones de dólares por información que lleve a la captura de Nicolás Maduro parece, para muchos venezolanos, otra escena más en una película que llevamos más de quince años viendo. Una cinta de western donde el cartel “Wanted” aparece una y otra vez en la pantalla, pero el villano sigue sentado en el poder, bebiendo whisky y bailando salsa frente a las cámaras que lo proyectan al mundo.
De los presidentes latinoamericanos se ha dicho de todo, han hecho de todo, han estado presos por corrupción o tráfico de influencias, pero ya lo del «Presidente de Venezuela» es otro nivel: es un operador del narcotráfico y artífice de las actividades criminales más atroces del hemisferio. Es el Pablo Escobar colombo-venezo