A medida que se aceleran las deportaciones en Estados Unidos, una crisis más silenciosa crece en jaulas y perreras. De Miami a Los Ángeles, los refugios de animales se están llenando de perros, gatos e incluso gallos abandonados cuando las familias son detenidas o expulsadas. Los directores describen desgarro emocional, aumento de costos y súplicas que no pueden atender: prueba de que la política migratoria ahora tiene un daño colateral de cuatro patas.
Un refugio al límite
En el extremo oeste de Miami, la misión Adopt and Save a Life Rescue mide el tiempo por el sonido del teléfono. Cada llamada trae la misma historia contada con otra voz: un perro esperando junto a una puerta cerrada, un gato maullando en un apartamento vacío, un gallo atado a una cerca tras una despedida apresurada.